Por qué elegir un vino ecológico

Catar un vino ecológico, decimos en Colonias de Galeón, es volver a saborear el vino por primera vez. Cada vez son más, afortunadamente, los proyectos que surgen con una filosofía de respeto y amor a la tierra, a la auténtica creadora de nuestros vinos. Allí, en nuestros viñedos de Cazalla de la Sierra, hemos visto año tras año como se iban sumando vecinos con proyectos, ya sean vinícolas o no, con el encanto de querer recuperar la actividad de la zona y hacer orgullo de su riqueza.

Decíamos antes que, quien prueba un vino ecológico redescubre el vino y esto es muy cierto. Quizás la grandeza de los vinos ecológicos se encuentra en que recuperan un modo de elaborar el vino que, lamentablemente, hoy no abunda. Una uva que madura a su debido tiempo, sin someterse a los caprichosos deseos del siempre tan impaciente hombre, y da la cantidad de vino que debe dar, ni más ni menos.

Lo cierto es que conseguir un vino auténticamente ecológico va mucho más allá del desarrollo de un cultivo y de una elaboración sostenible, es una filosofía y devoción absoluta por la tierra y por sus frutos. Esta devoción comienza, por supuesto, en el viñedo. Las prácticas tradicionales, los productos naturales para el abonado y el adecuado tratamiento de la uva son los primeros pasos para la elaboración de un vino ecológico.

La siembra y la recolección del fruto se llevan a cabo de forma artesanal, prescindiendo de la maquinaria en favor de la mano del hombre y el conocimiento que solo años de experiencia y mucho amor por el vino pueden dar. Luego, el etiquetado, el embotellado y hasta el corcho pondrán el broche final a esta filosofía que no es más que una forma de elaborar el vino desde el más absoluto y sincero agradecimiento hacia la tierra que, generosamente, nos lo ha regalado.

Pero, ¿por qué elegir un vino ecológico? Más allá de su sabor o de la filosofía de sostenibilidad y respeto, otra gran razón nos empuja a preferir estos vinos, vinos como los nuestros, ante cualquier otro. Vivimos en un país donde el 80% de la población vive en una gran ciudad, una realidad muy distinta a la ocurrida en Alemania o Francia, dos de los países más densamente poblados de Europa.

Zonas como nuestra querida Cazalla de la Sierra se desdibujan en nuestra memoria, recuerdos de visitas infantiles al pueblo a la casa de los abuelos, excursiones escolares o escapadas puntuales. El sentimiento de unidad y apoyo entre la comunidad local que se crea en torno a proyectos como Colonias de Galeón y es también una fuente de oportunidades para poblaciones hasta entonces condenadas al éxodo rural e irse apagando con el tiempo.

Así ves, que la elección de una copa del vino no pocas veces nos arroja a realidades más interesantes, en las que futuras generaciones puedan disfrutar, tal y como nosotros hicimos una vez, de la explosión de sabores y sensaciones que supone abandonar por unos días la ciudad en favor del ámbito rural. Y, por qué no, también la posibilidad de convertir esos veranos de la infancia o esas escapadas de fin de semana en nuestra vida diaria.

Cuántas veces no habremos soñado, acompañados de una buena copa de vino, con dejarlo todo y, quién sabe, escribir un libro, montar nuestro propio hotel rural o incluso cuidar de un viñedo… Ay.