La Historia del vino en el arte

Ya sea en cuadros, poemarios o en letras de canciones, pocas combinaciones maridan tan bien como la cultura y el vino. Esta feliz y estable relación que dura ya muchos siglos tiene fácil explicación y es que cuando un elemento tiene una presencia tan arraigada en las tradiciones es común que acabe protagonizando obras por doquier. Ni siquiera Sabina, maestro de las letras, ha podido resistirse a la tentación de incluir alguna que otra referencia al vino en sus canciones.

Pero siendo francos, si hay un campo que sería muy diferente sin el vino éste es el arte. Ya en la época grecorromana el vino comenzaba a formar parte del imaginario cultural y a aparecer o ser tema central de todo tipo de esculturas y grabados, Dionisio y Baco, respectivamente, bien se encargaron de ello.

 

Allá por el año 400 A.C. decía Tucídides, historiador y militar griego, que “los pueblos del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar olivos y vides”.

 

El vino era una bebida divina, lo más cercano a aproximar al hombre a la perfección que representaban sus deidades, si a esto le sumamos las propiedades curativas que se le atribuían y su sabor inconfundible… Bueno, entenderemos algo mejor la facilidad con la que se puso de moda.

Y luego llegó el cristianismo y la bebida divina lo fue aún más si cabe. Durante la Edad Media, el  vino comenzó cerca de dos siglos de protagonismo donde el vino adquirió un simbolismo religioso que llega a nuestros días a través de las obras de nuestros pintores más representativos.

Algún tiempo después llegaría el Barroco y, con él, una de las visiones del vino que más abunda hasta la fecha. La embriaguez, las ganas de vivir y el disfrute se respiraban en el ambiente, la ilusión por disfrutar la vida era mecha que el vino prendía como perfecto acompañante. El vino se había convertido en la bebida para celebrar y, si no nos creen, basta con mirar el Baco de Caravaggio.

Por supuesto, a medida que avanzaban las vanguardias la presencia del vino se mantenía perenne. Como olvidar el costumbrismo de Goya y, entre medias, esas copas y uvas tan características. O la forma de Van Gogh de seducirnos al capturar la belleza de una vendimia al atardecer.  Picasso, Velázquez… Casi ningún pintor español ha podido resistirse a sus encantos y es que el vino, como inspiración, tiene mucho que ofrecer.

Hoy, los guiños entre arte y vino ya no nos pillan por sorpresa. La última tendencia pasa por la pintura con vino, una expresión que podemos seguir fácilmente a través de las redes sociales. Por supuesto, tampoco son infrecuentes las bodegas que optan cada vez más por la inclusión de obras e ilustraciones en el diseño de sus etiquetas; las más atrevidas han conseguido contar con diseñadores y escultores de moda para la creación de sus botellas.

Y, quizás, nuestra tendencia favorita de los últimos años es la conversión de bodegas antiguas en museos, algo con lo que merecidamente hacemos honor a la frase de que hacer un buen vino, es todo un arte.