El cuidado de la viña

Tras el inmenso placer producido al saborear un buen vino; tierra, alma y origen. Puede que mientras sostenemos nuestra copa pocas veces reparemos en ello, pero desde que se toma la decisión de plantar una viña, pasarán al menos tres años hasta que esta planta goce de la madurez y la capacidad suficiente como para empezar a otorgar fruto. A ello debemos sumar otros tantos procesos y reposos hasta que el vino se encuentre listo para alimentar nuestros sentidos con los más exquisitos matices.

Según nuestro origen, este camino quizás no sea el más fácil y habrá que poner mucha alma en cada paso para garantizar la excelencia final. Dentro de la especie Vitis vinifera, cada variedad logrará una adaptación diferente al entorno e incluso cualquier mínimo cambio en la climatología del año puede resultar fatal. Es una planta leñosa y longeva, pero delicada al mismo tiempo. Aquellos que más tiempo han pasado dedicados al cultivo de la viña han llegado a afirmar que es una planta con una sensibilidad única.

Antes de plantar una viña, se requiere una importante labor de estudio para elegir el material vegetal acorde al emplazamiento del viñedo y a nuestros objetivos de producción. Hay dos factores básicos que hay que estudiar antes de tomar cualquier decisión, en primer lugar las características de la parcela, es decir, características del suelo, pendiente, orientación, etc., y el otro factor es el clima en el que se va a desarrollar nuestro futuro viñedo. El primer factor determinará en primer lugar el patrón sobre el que se injertará la variedad o variedades seleccionadas, y que deberá ser compatible con las características de nuestro suelo, con la variedad seleccionada y con nuestros objetivos productivos, tanto en cantidad como en calidad.

El segundo factor, será clave para determinar que variedad o variedades se podrán desarrollar de forma adecuada según los criterios de calidad exigidos y estilos de vinos a elaborar.  Pocas veces se planta un único tipo de uva, en la variedad, nunca mejor dicho, está la riqueza y muchas veces estas diferencias resultan en uvas capaces de equilibrarse entre sí y potenciar lo mejor de cada una. Las cualidades de los vinos que dentro de un futuro bastante lejano se podrán degustar empiezan a trazarse en este momento.

Una vez que hemos realizado la elección de las variedades que vamos a plantar y que portainjerto vamos a utilizar será el momento de preparar el terreno para la nueva plantación.

Largas semanas, e incluso puede que meses se necesitan para preparar un terreno para el cultivo. Será necesaria una limpieza donde se eliminen restos vegetales, piedras y cualquier otro elemento disruptivo. Luego vendrá una labor profunda, que descompacte el suelo y facilite el desarrollo radicular de la planta. A continuación se preparará el suelo de forma más superficial dejándolo listo para la plantación.  Cual arquitecto, comienza a trazarse, primero sobre papel y luego sobre la tierra, un esquema del emplazamiento de cada planta, la ubicación de las variedades aprovechando las características del terreno, orientaciones, pendientes, caminos para el paso de la maquinaria y tantos otros detalles. De la calidad de esa planificación depende en su totalidad extraer de la tierra toda su riqueza y otorgar a cada planta el máximo de posibilidades de supervivencia.

Una vez plantado, el silencio se hace en el viñedo. Ahora queda esperar a la primavera,  y una vez que empiecen a brotar, mimarlas y soñar con las futuras vendimias y con el sabor del futuro vino.